De dedos

Mari Mari Narváez

Y en eso -zas- llegó la noticia: tres "jueces supremos" establecen que la Ley 54 no protege a una mujer adúltera. (Mj. ¿Ríli?)

El juez Kolthoff manipula el texto de la ley, adjudicándole intenciones inéditas. Lo hace de la manera más ilógica y desfachatada, con presunciones tan burdas y traídas por los pelos, que no son sino evidencia del código religioso (y fantasioso, como su Biblia) que pretende imponer.

El lenguaje de la Ley 54 no es un misterio. Incluye las "relaciones consensuales" con la clarísima intención de que toda pareja sea protegida. En ningún lugar condiciona su alcance al estado civil de la víctima.

En todo caso -digo, si es que el juez Kolthoff quería ponerse creativo- lo más que podía cuestionarse es qué tiene que existir para que una relación sea consensual. Consensual sólo habla de un consenso. ¿Pero un consenso de qué? ¿De acción, de palabra o puede ser un consenso de fantasía? ¿Requiere intercambio de fluidos o una mediación de palabra puede ser suficiente? El lengua(je) mata, como así mismo puede contener todo el amor posible.

Y si -comprensiblemente- requiriera de ese intercambio...

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