Entre deleite y muerte

Por Dr. Jorge Bauzá-Ortega

Especial El Nuevo Día

Así son los pequeños pero sumamente influyentes dinoflagelados, criaturas de una sola célula que habitan los océanos y que se distinguen por tener dos flagelos, o estructuras en forma de látigos que les permiten el libre movimiento.

Ahora bien, es lo único que los une como grupo porque de ahí en adelante las diferencias van del deleite a la muerte.

Por ejemplo, en grandes concentraciones el dinoflagelado Karenia brevis logra teñir la superficie del mar de color rojizo, un fenómeno conocido comúnmente como la marea roja. El color es producto de los pigmentos, o moléculas coloridas que forman parte del cuerpo de esta criatura.

Tal vez pensemos que es un fenómeno simpático, darle un color vistoso a la superficie del mar. Pero nada más lejos de la verdad. Con el color viene la liberación de neurotoxinas al agua que causan la muerte masiva de peces, aves marinas, delfines y manatíes. Este fenómeno se ha observado con más frecuencia en el Golfo de México y la Florida.

Incluso personas que viven en la costa sufren de problemas respiratorios e irritación pues la neurotoxina viaja con el viento. Ahora bien, no es un fenómeno fortuito, pues estas floraciones son producto de la contaminación en el mar. Es decir, por el desbalance ecológico que nuestra civilización ha ocasionado en los océanos.

Por otro lado tenemos el simpático Pyrodinium bahamense o el dinoflagelado responsable de producir la bioluminiscencia en las bahías. Esta criatura realiza una reacción química en su cuerpo. Una enzima llamada luciferaza reacciona con un compuesto llamado luciferina y produce luz fría.

Esto ocurre cuando se agita el agua de mar. La reacción necesita del oxígeno en la superficie para que ocurra. En algunas bahías se concentran como ocurre en la bahía bioluminiscente en la Parguera y en la bahía Mosquito en la isla de Vieques. En estos lugares las corrientes, el tipo de fondo, la forma de la bahía, la presencia de mangles y la liberación de la vitamina B12 se combinan para sostener este bello y único fenómeno de los océanos tropicales.

Un dato muy curioso es que los japoneses -durante la segunda guerra mundial- utilizaban un diminuto crustáceo llamado Cypridina para generar luz bioluminiscente durante la noche. Y es que la Cypridina produce bioluminiscencia al igual que el...

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