No fomentes la delincuencia

María T. Miranda, M.D.

Especial El Nuevo Día

Es importante reconocer que mediante la educación que brindamos a nuestros niños podemos transformar la sociedad. No necesitamos vivir con violencia, hostilidad, odio y miedo, podemos hacer cambios. Sabemos que el delincuente o criminal no nace, se hace.

Una personalidad violenta comienza cuando un bebé nace en una familia que no puede llenar sus necesidades morales y espirituales. Estas no necesariamente están relacionadas a problemas económicos.

Los niños llegan a la adolescencia con un sentido de desesperanza, que unidos a la falta de ejemplos, dirección y la sobreexposición a actos agresivos no le dejan otra alternativa que ser un delincuente. Factores hereditarios, físicos, sico-sociales y traumáticos que no se detectan y tratan a tiempo, (padres abusivos, incesto, abuso sexual) influencian grandemente en el comportamiento.

Cualquier intento de disminuir la formación de delincuentes tiene que ir acompañado por la prevención. El doctor Kaplan, uno de los pioneros en los programas de consultoría en conducta humana como método preventivo decía: "las familias, sistemas y gobiernos que no cierran la llave que forma la enfermedad de la conducta llegan a estar tan fuera de la realidad y tan enfermos como el mismo paciente".

Es necesario que revisemos nuestros procesos de prevención e intervención. No es probable que ofreciéndole a nuestros niños mensajes en los medios, de "Dile no a las drogas", desarrollen las destrezas de confianza, buena estima y controles que son necesarios para decir no.

El desorden disruptivo del comportamiento es un diagnostico que se caracteriza por inatención, agresividad, hostilidad, negativismo, sentimientos de rechazo y siempre va acompañado por la ausencia de disciplina familiar consistente. Puede...

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