Un día de ésos

WILDA RODRÍGUEZ

PERIODISTA

Entonces aparece en la pantalla de la televisión una vieja negra, flaca y pobre, relatando su desesperación porque no sabe qué hacer si le traquetean con los $400 mensuales de pensión con que malvive. Y esa angustia injusta e innecesaria se te mete al cuerpo con rabia para maldecir a los miserables que tienen $40 billones escondidos en paraísos fiscales alrededor del mundo. Y piensas en los $40,000 millones que tiene Bill Gates él solito y con los que podría comprar un país completo como Bolivia o Uruguay, o alimentar al mundo entero por una semana y le sobran chavos. Y en los bonistas perversos en su avaricia que privilegia nuestra Constitución.

Pero tu rabia cobra un sentido más particular y doméstico hacia los saqueadores de tu propio país. Ésos que se postulan para ganar elecciones y estar cerca de lo que quede del botín, pero nunca pensaron el país. No tenían plan. Ni siquiera se llevan entre ellos para sentarse a formular uno y nos cubren las heridas con curitas baratas que se despegan tan pronto sudas. Ésos que se reparten el pastel de negocios del gobierno por turno.

La rabia se vuelca contra los que votan por ellos cada cuatro años. Por brutos. Por cobardes. Entonces lloras porque reconoces que la ignorancia y el miedo no resisten el peso de la culpa. Porque buscando culpables se disuelve la responsabilidad histórica y no se adjudica nunca. Porque los que votan no entienden la diferencia. Porque los que la entienden prefieren que piensen que no les importa, a reconocer su impotencia y rebelarse.

A veces pienso que soy soldado de una guerra vieja y eterna con una carabina mohosa al hombro para la que te racionan las municiones como cupones de alimentos que nunca son suficientes. El uniforme roto, los vendajes sucios y...

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