El día que Dios dejó de hablar en latín

Por Jorge L. Pérez

jperez@elnuevodía.com

In nomine Patris et Filii, et Spiritus Sancti.

Durante cientos de años, así era como comenzaba la ceremonia de la misa católica, de acuerdo a cómo ésta quedó establecida uniformemente en el Concilio de Trento, celebrado en esa ciudad italiana entre 1545 y 1563.

Dicho concilio fue convocado en unos momentos en que la iglesia enfrentaba una de las peores crisis de su historia y tenía la intención de propiciar la reunificación del catolicismo, que había quedado dividido por lo que luego sería conocido como el protestantismo.

Aunque no logró detener la reforma protestante iniciada por Martín Lutero, el concilio de Trento sí logró eliminar algunas de las prácticas más condenables de la Iglesia Católica y sentó las reglas de una forma de practicar la religión que fundamentalmente se mantendría sin muchas variaciones durante cuatro siglos.

Llegado el año 1959, sin embargo, el papa Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II, el cual comenzó formalmente en Roma el 11 de octubre de 1962.

Esta vez, la reunión consistió en un esfuerzo, tal vez algo tardío, por traer el catolicismo hasta la realidad histórica de mediados del siglo 20, cuando se hacía cada vez más insostenible para la Iglesia el tratar de mantener las doctrinas tradicionales frente al avance de la ciencia y las luchas sociales.

La muerte de Juan XXIII en 1963 le impidió ver completado el cónclave al que asistieron más de 2,400 obispos de todas partes del mundo.

Pero su sucesor, Pablo VI, siguió su obra con tres sesiones adicionales, celebradas en 1963, 1964 y 1965.

Entre los invitados se encontraron numerosos ministros protestantes.

Entre las muchas modificaciones, la más visible estuvo relacionada con la misa: a partir de 1969, ya ésta no sería en latín, sino en el vernáculo del país en que se estuviera celebrando. Además, para propiciar un mayor acercamiento entre el sacerdote y los feligreses, éste ya no efectuaría la ceremonia de espalda a la congregación, sino de frente.

Muchos creen que la verdadera intención de estos y otros cambios era el de frenar el avance de las religiones protestantes, que tenían un contacto más íntimo con la gente.

"Los feligreses... llegan a estas iglesias atraídos por un discurso sencillo, entendible y accesible", diría, al analizar el arraigo que las iglesias protestantes comenzaron a tener poco después en la Isla, el historiador y sociólogo de la religión, Samuel Silva Gotay.

"Los predicadores misioneros...

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