Difusión

Félix Jiménez

En el último que se escuchó por la radio, Rubén temprano en la mañana lee, narra, repite que dos policías estaban "mecaneando solos" en Luquillo, y entre el aceite y la grasa se les zafó un disparo. Dice que quizás todo fue producto de una broma que al final se pintó con sangre y muerte. El soft-porn concentrado en la copia mañanera prende la candela diaria, el gozo, la bruma del petit scandale que, si no existe, se inventa, o se intima. La mención de ese "mecaneando solos" raya en la burda intentona de erotizar una tragedia, y así generar más preguntas que respuestas y rellenar el espacio radial con conjeturas. Eso también es revolver el vapor de esa sustancia llamada confusión.

Otra muerte, después de la del atleta, la del anciano, la del paciente mental -todas a manos de policías, todas colocadas en el orden divino de la "confusión", que sirve como escudo de los hombres de azul. Si temes represalias, blame it on confusion. En Luquillo, fue quizás una "pistola de tiempo"; en Ponce, la dirección equivocada en Altamira, el sujeto equivocado; hace dos...

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