'Le dimos toda nuestra juventud a Puerto Rico'

Fueron los primeros importados en la liga, y como pioneros en el Baloncesto Superior Nacional (BSN), los panameños Rolando Frazer y Mario Butler se convirtieron en el modelo que definió a un verdadero jugador refuerzo.Cuarenta temporadas luego de su debut en la campaña de 1980 con los Polluelos de Aibonito y los Titanes de Morovis, respectivamente, todavía circulan por las calles como cualquier ciudadano del patio, donde echaron raíces y vieron a sus hijos y nietos nacer."Todavía biznietos no, ¿verdad?", le preguntó en son de broma Butler, de 62 años, a Frazer, quien cumplirá 61 en julio, durante una visita a El Nuevo Día para conversar sobre el reconocimiento que le hicieron varias voces locales del BSN, como los dos mejores refuerzos del BSN desde que se implementó la regla de jugadores importados en 1980.Frazer jugó 21 temporadas en la liga, la gran mayoría con los desaparecidos Polluelos, a quienes guió al único campeonato de su historia en 1986. Butler, por su lado, totalizó 29 campañas, casi todas con los Titanes, a quienes también comandó en su único cetro nacional en 1987.¿Cómo se sienten con el hecho de que todavía los reconozcan como los mejores refuerzos?—Rolando Frazer: Me siento bien halagado. Desde que llegamos en 1980 montamos cátedra como jugadores. Nos hicimos dueños absolutos de todas las canchas donde jugábamos y el pueblo de Puerto Rico nos quiso y nos adoró. Y nos sigue adorando. Con respecto a quiénes han sido los mejores refuerzos, todo el mundo dice que Rolando Frazer y Mario Butler. Pero nosotros lo que hicimos fue que cuando llegamos aquí, nos gustó el pueblo, y pues nos adueñamos del pueblo. Y eso yo creo que influyó mucho.—Mario Butler: Creo que eso es una discusión de fanáticos. Lo que sé es que nosotros siempre dimos el 100 por ciento. En todos los juegos, si eran 40 minutos eran 40. Si eran 10 minutos más, había que darlos. A veces veo dos o tres refuerzos en el mismo equipo, y se quejan y cogen días libres. Nosotros no teníamos días libres. Enfermos o no, teníamos que jugar. Creo que era la pasión. La pasión por el juego y el recibimiento que tuvimos aquí nos motivó a quedarnos. Ya casi son 40 años.¿Qué recuerdan de esa rivalidad entre Morovis y Aibonito?—RF: Esa cancha se llenaba a todo ‘foete’, a capacidad. Y Morovis traía su fanaticada, nosotros la nuestra, y los juegos eran bien, bien reñidos.—MB: Creo que en esos pueblitos lo único que identificaba en ese momento, nacionalmente, era el baloncesto. Yo...

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