Diplo-macia

Cezanne Cardona Morales

En un barrio pobre de Comerío, es 1953 y el sol ilumina, blanco y negro, una jaula para cerdos. Un señor flaco, con las mangas arremangadas, chaleco negro y gorra de béisbol, mira con tristeza lo único que le ha pertenecido en la vida: una cerda. El señor se llamaba en la vida real Ramón Rivero, pero le decían "Diplo"; la película se titula "Los peloteros". La cámara no duda presentar también la tristeza porcina: orejas encima de los ojos. Es, sin duda, un momento para reírse. Pero la música no nos deja: "Diplo" tiene que llevarla al matadero; es la única forma de devolver el dinero que le robó a los niños del equipo de béisbol que él mismo dirigía. Resignado, "Diplo" toma la soga. La cerda, quejumbrosa, accede y camina con él cuesta abajo.

La música cambia: ahora parece el final de un "western". Todo el barrio los mira; hasta la ropa tendida al sol parece hablar. Los niños descalzos, las señoras con falda, los que beben en la cantina, todos los acompañan: quieren asegurarse que se haga justicia. La cámara que usaron para grabar la película es una Mitchell, pesadísima, pero aun así hay...

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