Diplomas calle

Miguel Rodríguez Casellas

La desesperación es aliada del ridículo. Abundan las razones: menos estudiantes, mayor competencia de institutos de carreras cortas y el clásico canibalismo boricua que pone a todos a competir por un mismo hueso roído sin capacidad para organizarse en nichos.

En medio del ataque de pánico, erosionan la oferta, pues al bajar los matriculados, también bajan los estándares, y acuñan que "el estudiante es cliente", incapaz de cometer error si paga regularmente.

Conformar la educación universitaria al determinismo del mercado es una cuestión ideológica, que nadie hable de pragmatismos aquí. Un verdadero pragmático admitiría que ese mercado le falló a Puerto Rico y que la universidad, si acaso, debe ser la alternativa, no el centro ratificador del propio orden colapsado. No veo enrevesamiento posmoderno alguno en aceptar ese hecho.

En la medida en que la educación universitaria se maneje como cualquier otro asunto empresarial, la cosa pintará mal, pues escasea el gestor inteligente. Lo que abunda es el intermediario vago, traficante de marcas creadas por otros, con mínima capacidad para la innovación. Su pasividad deja pasar oportunidades, posibles alianzas, coyunturas para...

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