Diversión en balance

Por Yaritza Rivas

Sigo a Rachael Duda, una maestra de yoga oriunda de Boston, que lleva un par de años en la Isla. Tanya Sparza está a mi lado haciendo también las posturas. Sparza es maestra de paddling y me guiará en los primeros pasos a levantarme sobre la resbaladiza tabla alargada, como las de surfing. Me ayuda a remar, bueno lo que se conoce como paddling. El reto no acaba ahí.

Esa mañana me dispuse a realizar paddle/yoga en la Laguna del Condado.

Si alguien me hubiese dicho, antes de llegar al parque de la Laguna del Condado, que haría un Downward-Facing Dog en el agua, le hubiese contestado: "Sí, claro".

Pero fluyo. El día está hermoso. La laguna, como un plato. Así que extiendo el mat y sigo las posturas que me indica Rachael, la maestra de yoga. Ella practica yoga Vinyasa, que significa enlazar un movimiento con el otro y fluir. "Y fluir quiere decir que eres capaz de adaptarte", dice la instructora.

Ella explica que cada postura que hace previo a entrar al agua la ha pensado para estirar y calentar las áreas del cuerpo que se utilizan al realizar los movimientos del paddling' algo así como una práctica previa. Luego, me dicen, será más llevadero realizar el deporte acuático, el que cada día gana más adeptos en la Isla.

Por eso nos sentamos en cuclillas y estiramos bien largas las manos sobre la cabeza. Estamos aún en la grama. Luego de un rato, intento seguir el ritmo de las respiraciones, el elemento principal del yoga. Me enfoco antes de subir el cuerpo en forma de V, para formar mi mejor Downward-Facing Dog.

Se siente el calor. Ya es hora de ir al agua. Debo hacer las posturas habiendo preparado el camino. Me pongo un chaleco salvavidas, y me lanzo a la aventura.

Me siento en la tabla alargada y remo, según me indica Tanya, la instructora. De lado a lado, como cuando se navega en un kayak. Pero el remo es distinto, encorvado y con un mango para impulsarse. También estás más expuesto al agua, aunque más libre para moverte.

Si digo que iba confiada, mentiría. Es más, confieso que cuando llegó el momento de pararme, los nervios me dominaron.

Por fortuna, no me caí al agua. Seguí las instrucciones que me daba Tanya. Paso a paso, me vi de pie. Debía permanecer en el mismo centro y mantener el balance con mi cuerpo.

La laguna se veía tranquila, pero había que tener cuidado con el viento, que sin uno darse cuenta tiraba a uno al mangle.

De momento, Tanya me mira sonreída, con cierta ternura ,por no decir pena, y me dice: "Te están...

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