Doce mil algo

Félix Jiménez

Pero una vez a la semana sacaba del bolsillo interior de su gabán "el pasaporte", siempre de diferente color pero de igual textura, compuesto de fragmentados pedacitos de una ilusión que nunca se cumple pero que siempre se guarda, y que le hubiera permitido muchos más viajes veraniegos a Nueva York, más obras de teatro, más vida de la que ya tenía y ejercía. Por años, aún cuando se iba de viaje con su esposa esos veranos, mantenía el rito que le aseguraba -bueno, que le prometía- esa liviandad de existencia que aumentaría su ya disfrutada felicidad. Dejaba pagado su número de suerte -un doce mil algo, billete completo- y así, si un día la vida le obsequiaba ese regalo mientras estaba fuera de la Isla, una llamada de su nieto a su hotel le abriría otra frontera.

Yo, de niño, soñaba con hacer esa llamada desde el teléfono de casa. Iba a ser yo quien le daría la noticia. "Yes, I would like to speak to Mr. Jiménez", le diría al recepcionista del hotel, que me...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR