Las dos caras de la palabra 'negro'

Por Tatiana Pérez Rivera

tperez@elnuevodia.com

-Mide más de seis pies, es fuerte y es negrito.

Negro sería la palabra precisa si no pensáramos en un contexto familiar o cariñoso, pero es -aun en el Puerto Rico del 2013- un término incómodo de pronunciar. Anda entre dos aguas, entre el océano del racismo y el mar del eufemismo.

También transita, es justo decirlo, en el río de la camaradería. Sin embargo, la palabra no ha dejado de estar estrechamente vinculada al pasado esclavista de la comunidad afrodescendiente, razón suficiente para que, en muchos casos, no sea seleccionada ni por los propios negros ni por otros grupos raciales que integran nuestra población.

"Negro, negrito, trigueñito, todas me parecen problemáticas porque es sacralizar el discrimen", dice la profesora Bárbara Abadía Rexach, autora del libro Musicalizando la raza, y añade que "el término, hoy en Puerto Rico, sigue siendo negativo, por eso incluso hay endoracismo: negros que no quieren que los llamen así porque lo asumen como insulto. La palabra no está mal, porque eso es lo que somos".

La investigadora y profesora Isar P. Godreau subraya que a los niños, "desde chiquitos, se les dice: 'Eso no se dice, mejor dile trigueño', porque, en Puerto Rico, negro puede ser un término insultante, negativo, que se asocia con el esclavo". "La realidad es que es impreciso históricamente porque los afrodescendientes en el Puerto Rico del siglo XVIII, por darte un ejemplo, eran libres", expone Godreau.

La palabra marca, escuda, carga y hasta impone. "Negro", en nuestros días, igual se dice con amor, como también como mofa y, peor aún, como ofensa.

"Aunque algunos asumen esa identidad con orgullo, en Puerto Rico hay negrofobia", insiste Godreau, autora del libro Arrancando mitos de raíz: Guía para una enseñanza antirracista de la herencia africana en Puerto Rico, "porque históricamente se asocia a una identidad violentada, y quién quiere ser eso".

Pregúnteles a los niños. En tercer grado, en las escuelas, se aprende sobre las razas que formaron nuestro país. Cuando llega el momento de representarlas, nadie quiere ser "el africano".

Quién querría. En sus libros casi siempre está arrodillado, sometido al blanco, no se habla de su pasado en África. Siglos después, con el periodo esclavista, estos no parecen romper cadenas.

"Hay lecciones alternativas a eso", menciona Godreau, "para que estén orgullosos de su afrodescendencia. Hay que destacar su resiliencia, su inventiva, su ingenio y su...

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