Dos líderes, una meta

Por BARRY WILNER

Prensa Asociada

Pero hasta ahí llega el punto de comparación entre dos técnicos que quizás han tenido el mejor desempeño de sus carreras para conducir a sus equipos al Super Bowl del próximo domingo.

Coughlin, el gurú ofensivo, no es de ocultar sus emociones al costado de la cancha. Su rostro se pone rojo en cada jugada. Belichick, el cerebro defensivo, es estoico, indiferente, esencialmente distante a lo que ocurre a su alrededor, aunque obviamente está pendiente de todo. Y, claro está, nunca deja de usar la sudadera con capucha.

Sus jugadores les profesan completa lealtad. Los Patriots siguen el ejemplo de Belichick y en sus entrevistas no revelan nada; los Giants responden con brío ante las interrogantes difíciles.

Eli Manning, quien se ha destacado bajo la tutela de Coughlin y ahora debe ser tomado en cuenta en la elite de los quarterbacks de la NFL, dice que los Giants no solo admiran el estilo de Coughlin, sino que se han convertido en mejores jugadores gracias a él.

"Nada más por la manera en la que se prepara, la manera en la que tiene listo al equipo, sus mensajes", dice Manning. "Es la forma con la que su personalidad se refleja en los jugadores, y los jugadores asumen esa actitud en su preparación y al salir a jugar".

Coughlin era alguien muy terco, tan convencido de su estilo que sus jugadores solían temerle más que admirarle. Eso cambió antes de la temporada de 2007, cuando un grupo de veteranos jugadores le pidieron que "se relajara", como describió Michael Strahan.

Hay que reconocerle a Coughlin que se dio cuenta de las ventajas de tomarse las cosas con más tranquilidad, y los Giants respondieron con la conquista del Super Bowl, imponiéndose sorpresivamente sobre unos Patriots que habían llegado al partido de campeonato con una marca inmaculada de 18-0.

Coughlin exhibió su sentido del humor en la antesala a ese partido cuando le preguntaron si, al considerar que los Giants eran más fuertes en defensa, debían ceder el despeje inicial a la arrolladora ofensiva de Nueva Inglaterra si ganaban del volado de la moneda.

"¿Cómo?", dijo fingiendo sorpresa ante la posibilidad. "¿Y darles más tiempo con la pelota?".

Con 65 años, Coughlin es cada vez menos gruñón, aunque el exdespejador Matt Dodge no compartiría esa percepción. Cuando una patada del novato, en la última jugada en un partido contra Filadelfia, fue devuelta para el touchdown de DeSean Jackson que les dio la victoria a los Eagles, Coughlin dio la impresión...

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