Edad media

Edwin Cuperes Vélez

Hemos vuelto a la edad oscura, al período infantil que reclama con berrinches de alarma que alguien, sea Dios u Obama, nos ponga el biberón en la boca. Para los religiosos, cada anuncio de tormenta es una prueba de Dios para que afinquemos nuestra fe o una profecía cumplida del fin de los tiempos. Para los políticos este trago amargo supone la inminente necesidad de un cambio de estatus. Y allá abajo, en lo más profundo de nuestras calles convertidas en cloacas por los irresponsables de turno, está el boricua de regular acopio que escucha a uno y otro bando, escudado bajo la insignia insignificante de una bandera.

Es inescapable que, como antaño, algo renazca, algo se reforme, algo evolucione. Pero para ello hay que acabar con los señores feudales, imponer la razón sobre la estupidez y educar al ignorante. No hacer lo propio implicaría sufrir los rigores de este valle de lágrimas durante diez siglos, hasta que en el año 3,000 uno de esos instruidos tome el bloque de mármol de nuestros corazones y liberte al David desnudo, con la honda dispuesta para matar al gigante.

Los...

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