Ejército

ESCRITORA

No hay que ser muy perspicaz para saber que el individuo en cuestión, decidido a modernizar su arsenal, pues hay que modernizarlo de vez en cuando por exigencias del mercado, se encontró de pronto con ese puñado de pistolas pasadas de moda, con las que no sabía qué hacer y las que nadie ya quería alquilar, hasta que cayó en la cuenta de que podía entregarlas sin problemas al pastor que las reclamaba desde el púlpito. Un negocio redondo. Chatarra quemante que no quiere ni Dios.

Dicen las malas lenguas que mucha de la munición que se exhibe en esos eventos tan emotivos, donde se presenta la plana mayor del Gobierno para reconocer la labor de los pastores que han recogido fierros, son en realidad unas balas de las que confisca la Policía en allanamientos o redadas.

Sea como sea, me interesa saber en qué paró la amnistía de las armas, porque, leyendo la historia de los hermanos que aparecieron muertos en un hotel de Isla Verde, supe del dato inconcebible de que ambos habían bajado tranquilamente de un avión portando un par de pistolas. Ninguno de los dos, que se sepa, pertenecía a ningún cuerpo de seguridad que los autorizara a viajar armados. Ella aparentemente era empleada de un "car wash", y su hermano, según creo, desempleado. ¿Qué tiene que alegar la compañía aérea con respecto al asunto? ¿Les pidieron autorización o credenciales a los viajeros?

Si esos dos, con esa mirada que se les ve en la foto, aterrizaron sin problemas en Isla Verde, ¿quién se puede sorprender de que en el País haya un trasiego vigoroso y descarado de armas?

Es una pérdida de tiempo y un afán por engañar al público, ponerse a recoger en las iglesias pistolitas de agua, cuando lo que está entrando en el País son cargamentos de guerra, todo cuanto necesitan los sicarios para trabajar, y no sólo con la anuencia de las líneas aéreas, sino en paquetes clandestinos que llegan en contenedores, avionetas o lanchas rápidas.

Por otra parte, habría que decirles a los religiosos que a donde de verdad deben de ir a recoger pistolas, y de paso persuadir al personal para que entreguen los celulares clandestinos, es a las cárceles. No puede ser que sólo vayan a las prisiones para leer la Biblia y tramitar futuros diezmos, o para justificar ayudas del...

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