Elogio del pescuezo

PEDRO REINA PÉREZ

HISTORIADOR

Queda pues el camino casi expedito para Mitt Romney que ahora tendrá que despachar a Newt Gingrich, el sicodélico osito canoso que se ha tornado en niño símbolo del conservadurismo alucinogénico, y Ron Paul, el ginecólogo insurgente que reduce toda controversia a su más simple expresión, como si la política en estos tiempos fuera solo suma y resta. Tomados en su conjunto estos tres candidatos son un monumento escalofriante a la decadencia de la derecha estadounidense fundamentalista que tiembla ante los cambios en el mundo pregonando discursos apocalípticos, proteccionistas y xenofóbicos. Es una coyuntura inédita en la historia contemporánea y comporta importantes advertencias sobre el sabor y la temperatura del caldo al que Puerto Rico aspira meter la cuchara en los años venideros.

Pese a su lograda gesta como gobernador de Massachusetts, Mitt Romney ha demostrado que tiene más en común con los camaleones que con los mormones. Su evolución como candidato ha supuesto negar sus principales conquistas como un gobernador moderado y pragmático, con las destrezas necesarias para construir acuerdos necesarios. Obsesionado con lograr el boleto a la Casa Blanca ha tropezado torpemente con los millones de su fortuna, y se ha hecho eco de los prejuicios más primitivos de sectores atemorizados de la población, acobardada por una supuesta conspiración contra una nación propia que imaginan, blanca, cristiana y blindada hasta los dientes. Se trata del grandioso retorno imaginario de la mentalidad de la frontera, tan brillantemente ejemplarizado por el estado de Arizona, que erige muros y persigue inmigrantes legales e ilegales, cual buitres, todos los días. Esa ha sido la apuesta del candidato Romney que de otro modo hubiera parecido sensato y diligente, sin...

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