Embajadora cultural a cabalidad

En momentos en que el país atraviesa uno de los periodos más difíciles en su historia reciente, la académica puertorriqueña, la doctora Luce López-Baralt continúa con su misión integradora de mundos y culturas lingüísticas con la que nos ilumina en tiempos de desesperanza.

Por su compromiso y aportaciones a la crítica y la investigación, el pasado mes de marzo la distinguida escritora recibió con alegría el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, el cual aceptó a nombre de su país y de la Universidad de Puerto Rico, institución por la que profesa un amor inconmensurable.

Durante la ceremonia, López-Baralt dijo que al Puerto Rico no tener personalidad jurídica internacional ni embajada, “pese a ser una nación hispanoamericana”, cada escritor o artista se convertía automáticamente en embajador de la Isla. Y como tal recibió esta importante distinción, según lo expresó en entrevista con El Nuevo Día.

“Esta una vocación ejercida en tantos continentes que uno se convierte -y eso le pasa a todo escritor a todo gran artista o a todo científico o todo gran atleta-, en un embajador, en un representante de la puertorriqueñidad. Y muchas veces eso ayuda a poner en el mapa a nuestro país y muchas veces de una distinción puede nacer otra o puede nacer atención a la literatura nuestra. De manera que, en ese sentido, es un privilegio inmenso el que me ha dado México con esta distinción”, expresó sobre el premio otorgado por la Academia Mexicana de la Lengua.

La profesora señaló que lo que la emocionó profundamente fue pronunciar una vez más el nombre de su país que, en este momento, según observa, necesita alegría, saber que vale. “Es algo que importa y que es crucial, diría, en estos momentos de vendaval, por decirlo de una manera dramática”, compartió.

Otro motivo de gran satisfacción para la académica fue el recibir el premio que lleva el nombre del escritor y pensador dominicano Henríquez Ureña, de quien se considera “nieta”, pues estudió con discípulos del maestro antillano, como fueron Raimundo Lida y Enrique Anderson Imbert. También por la manera en que reflexiona sobre su condición hispanoamericana y por haber seguido los pasos del maestro en Estados Unidos, Argentina, México y en Puerto Rico.

Fue justo aquí, recuerda López-Baralt, que en 1932 Henríquez Ureña recibió un Doctorado Honoris Causa, el cual le otorgó la Universidad de Puerto Rico. Esta fue la única institución que en vida reconoció al maestro antillano que abogó por la...

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