Emisor de fe en medio de desastres

POR MILDRED RIVERA MARRERO

mrivera1@elnuevodia.com

Esa es la única forma en que se pueden dirigir operativos para rescatar personas -vivas o muertas- y asistir a sus familias en esos momentos difíciles, sin desfallecer en el proceso.

Por lo menos, así lo cree Nino Correa Filomeno. Y algo de eso debe haber. El coordinador de Búsqueda y Rescate de la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Desastres (Aemead), de 46 años, realiza esa labor desde hace más de una década y cientos de veces ha experimentado la tragedia de otros, a quienes también ha consolado. Así fue recientemente, cuando dirigió los trabajos para recuperar el cuerpo de Rafael Tapia Vázquez, quien se ahogó en el embalse La Plata, en Toa Alta, donde disfrutaba un pasadía con su familia.

Vive pegado al teléfono y dispuesto a salir corriendo a cualquier hora. De hecho, el año pasado cogió dos semanas de vacaciones por primera vez en los 12 años que lleva en esa agencia.

Es la persona a la que el país ha visto a cargo de grupos de rescate en emergencias aquí, en Nueva York, luego de los actos terroristas en las Torres Gemelas, y en Haití, después del terremoto. Lo cuenta con ánimo calmado y un tono pausado. De la misma forma en que se comporta durante los operativos. No importa la gravedad de la situación o lo extensa que resulte, siempre mantiene la calma y el control. Lo asegura uno de sus compañeros de trabajo.

Detrás de esa función pública está Nino, el hijo del militar Saturnino Correa, de Río Grande, y de María Marta Filomeno Ayala, natural de Loíza. Su papá se llevaba a su madre a donde lo trasladaran y él, al igual que sus nueve hermanos, nació en una base militar. En su caso, por poco nace en Japón, si no hubiese sido por una mudanza inesperada que llevó a la familia a Texas. Y por poco se llama como su padre, si no fuera porque su madre se opuso y solo aceptó llamarlo "Nino", como el apodo de su progenitor.

Fue también su madre quien le inculcó una profunda fe cristiana, creencia que se refleja durante la extensa conversación en su nueva oficina, ubicada en el antiguo aeropuerto de Fajardo, la cual habilitaron él y su equipo de trabajo. De hecho, es en la iglesia a la que asiste donde hace una pausa, baja la guardia y traduce sus emociones en música. "Soy músico", revela. Allí toca el bajo e instrumentos de percusión.

El poco tiempo que le sobra se lo dedica a su familia. Tiene dos hijas de su primer matrimonio: Alai Cherrie, de 19 años, e Idianis, de 17. Su actual...

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