Humor y emotividad

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Todas las decisiones artísticas del director Alexander Payne (The Descendants, Sideways) evocan lo mejor del cine de los setenta, donde la humanidad de los personajes principales eran el gancho principal para atraer el público al cine.

Esto es algo que Payne ha hecho en todos sus filmes, pero en esta ocasión la jornada quijotesca de su protagonista de un pueblito del medio de los Estados Unidos al estado titular es fotografiada en blanco y negro como un retrato de un tipo de cine que ya no es prioridad en Hollywood.

El personaje central del filme es Woody Grant (Bruce Dern) un hombre retirado que está convencido de la veracidad de una notificación que le llegó por correo notificándole que ganó un millón de dólares en un sorteo especial. Su obsesión es tan intensa que, cuando comienza el filme, el personaje está dispuesto a literalmente caminar hasta Nebraska. Para evitar que esto suceda su hijo David (Will Forte) decide llevarlo.

Pero, como suele suceder, varias complicaciones dictan que el viaje no sea directo y que David tenga la oportunidad de conocer las adversidades y situaciones absurdas que formaron la relación de su papá y de su madre (June Squibb).

Nada de esto es particularmente...

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