Enajenarse no es la opción

Puerto Rico vive un momento histórico, con una guerra campal entre colosos.

Los ejércitos están compuestos por acreedores que compraron deuda de Puerto Rico confiando en la garantía de ese papel; ciudadanos en suelo boricua molestos por leyes y medidas que le quitarán derechos adquiridos; y un quebrado Gobierno intentando salir a flote.

La situación para Puerto Rico es en extremo difícil, considerando que pese a los intentos del Gobierno por restructurar su deuda y no despedir empleados, el Estado se ha ganado la ira de bonistas y ciudadanos por igual. Los bonistas quieren que Puerto Rico le pague su dinero, incluso aquellos que compraron a descuento y ahora buscan hacer una ganancia; los empleados públicos no quieren que les toquen sus días de vacaciones; la Universidad de Puerto Rico rechaza el recorte de fondos; y, como si fuera poco, ahora el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no quiere que Puerto Rico tenga acceso a las migajas que le envía un selectivo Tío Sam a la Isla en fondos de salud para aquellos que viven bajo niveles de pobreza.

En fin, nadie quiere ceder. Mientras tanto, se acrecenta la polarización en la Isla, con un Puerto Rico que cada vez se aleja más de esa idílica búsqueda del bien común.

Por años, se ha venido alertando sobre este desenlace y sus nefastas consecuencias. Muchos optaron por ignorar las advertencias. A algunos porque les convenía...

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