Su encanto es la nostalgia

Portugal

Por Igor Galo

El Castillo de San Jorge, en lo alto de una de las colinas de la ciudad, es un buen lugar para comenzar a conocer el espíritu de Lisboa. No sólo porque aquí estuvo su origen, si no por las magníficas vistas que permiten descubrir la compleja orografía de esta ciudad llena de colinas y pendientes abrazadas por el río Tajo y el mar. La popular Plaza de Comercio y el Barrio de La Baixa, se observan perfectamente desde las murallas del castillo, antigua fortaleza romana y árabe.

A escasos minutos caminando se encuentra La "Sé", como llaman los lisboetas a su catedral del siglo XII. El templo alberga también un museo con reliquias y joyas, y un impresionante claustro. Tanto la catedral como el castillo se encuentran en una colina que se puede ascender para encontrar el famoso barrio de Alfama. También se puede tomar la línea 28 del tranvía en la estación situada cerca de la Plaza de Comercio, en la zona baja de la ciudad.

Precisamente, montar en la ruta 28 del tranvía es una de las actividades casi obligatorias para quien visita por primera vez la ciudad porque recorre los barrios más típicos de Lisboa. Advierto, no se puede dejar la ciudad sin montar en sus tradicionales tranvías.

Descendiendo desde el palacio San Jorge o la Catedral se encuentra la zona baja y más llana de la ciudad. Es el barrio de "La Baixa" con sus calles rectas, su estructura cuadriculada que recuerda la historia del Portugal de los siglos XVIII y XIX, e incluso principios del XX, cuando sus navíos y sus colonias se extendían por las Américas, África y Asia.

En esta zona la Calle Augusta es la vía comercial y peatonal más animada con sus aceras de mosaicos y sus terrazas. Una vía que enlaza, además, dos espacios típicos de Lisboa: La plaza de Comercio con sus magníficas vistas al estuario del Tajo y la Plaza Rossio, donde se encuentra la estación de trenes principal con su magnífica fachada, el Teatro Nacional y el Café Nicola, uno de los más famosos de la ciudad. Caminando entre ambos, el viajero se encontrará con el Ascensor de Santa Justa, que data de principios del siglo XX y que lleva al Bairro Alto y es uno de los íconos de la ciudad.

Callejear por el Bairro Bajo, especialmente por las calles menos comerciales y más escondidas es un placer. Cafeterías, mercerías, tiendas de dulces o tiendas de vinos que conservan el sabor de la tradición comercial de aquel Portugal de ultramar, aun es posible verlas en esta ciudad.

Aunque entre tanta tradición...

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