TODO UN ENIGMA

POR ENRIQUE ROJAS

ESPNDeportes.com

Desde que fue creado en 1936, apenas 208 grandesligas (el 1% de los jugadores de todos los tiempos) han sido electos a Cooperstown. El porcentaje indica lo difícil que es para un ser humano obtener el derecho de colocar las siglas HOF (Hall Of Fame) junto a su nombre.

La Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA, por sus siglas en inglés) tiene la mayor responsabilidad de determinar quién es un hall-of-famer y quién no.

Las reglas son simples: los jugadores con al menos 10 temporadas en las Grandes Ligas entran a la boleta de Cooperstown cinco años después de retirarse y necesitan 75% de aprobación para ser electos y al menos 5% para permanecer en la boleta hasta por 15 años.

De no ser electos por los escritores, los jugadores son considerados posteriormente por el Comité de Veteranos, una logia formada por tres subcomités que actualmente elige candidatos de tres épocas diferentes.

Por siete décadas, el asunto fue fácil: pan comido. Salvo algunas raras excepciones, cada diciembre los escritores recibían una boleta con muchos nombres, marcaban tres, dos o ninguno -en realidad, pueden votar hasta por 10 al mismo tiempo- y luego esperaban los resultados. No había traumas existenciales, conflictos morales o batallas filosóficas sobre el bien y el mal, de ética o moralidad.

Debido a la excepcional singularidad de la boleta del 2013, que incluye por primera vez los nombres de Barry Bonds, Roger Clemens y Sammy Sosa, entre otros excepcionales peloteros, una gran cantidad de escritores no solamente han entrado en conflictos emocionales sobre si votar o no por los primeros tres, sino que incluso algunos han cuestionado la falta de un reglamento que establezca claramente quién merece o no merece ser electo, y algunos hasta han renunciado públicamente al honor de votar.

De repente, lo que era el sueño de la absoluta mayoría de los escritores de béisbol se ha convertido en una pesada cruz para algunos. Elegir a Cooperstown pasó de privilegio celestial a carga pesada para una buena porción del jurado, compuesto por un poco más de 600 miembros en esta ocasión.

Entiendo a los colegas que se encuentran en semejante encrucijada y casi puedo simpatizar con sus notas apocalípticas en donde señalan las razones por las que nunca votarían por Bonds, Clemens, Sosa o cualquier otro pelotero sospechoso de haber usado algún tipo de sustancias para mejorar el rendimiento, y de cómo prefieren votar por tipos como Jack...

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