Para epicúreos y sibaritas

Oceania Marina

Cayó como anillo al dedo. Luego de una intensa madrugada de elecciones un viaje en crucero por el Mediterráneo se dio como un aliciente 'plus'. Una ráfaga de aire -que coincidió con la tormenta Sandy batiendo la costa este de Estados Unidos- nos lanzó a una experiencia para nunca olvidar. Un viaje que disfrutamos por sus múltiples detalles a bordo del Marina Oceania, crucero que cumple por estos días dos exitosos años de travesías para sibaritas, ese que busca explorar nuevos destinos, pero a cuerpo de rey.

"Es un crucero para foodies" se nos advirtió. "Pues está hecho para mí", pensé, y así fue. La buena mesa es el sello de este crucero, un atractivo memorable, diría. Sin embargo, durante los siete días de nuestra travesía, tampoco faltaron los mimos al cuerpo y al espíritu, canalizados a través de un spa manejado por expertos esteticistas; las llamadas ¨Tanquility Beds¨, donde deben dormir los ángeles allá en las nubes... Las obras de arte cuelgan por todos lados, las excursiones "not for dummies", las charlas de arte, de cocina, y un rincón (Baristas) que nos enganchó mañana, tarde y noche. El café es un ´must´ para el que llega de tierras cafetaleras.

El viaje que originó en San Juan, hizo parada en Miami, siguió a Londres y terminó en Atenas, donde abordamos. Nos pareció largo el trayecto, pero suponemos que si se planifica con tiempo, y se disponen días pre y post crucero -que es lo recomendable- la experiencia fluiría mejor. El traslado a los puertos europeos, si se manejan con un agente de viajes experto, que conozca bien los itinerarios, variables e irrepetibles, deben marcar la diferencia. En mi viaje de trabajo, era irse ahora, o ahora... No me arrepiento.

A continuación te acercamos al Oceanía Marina con premeditado propósito de que provoque vuestra partida, al Mediterráneo y más allá... busca los itinerarios en http://es.oceaniacruises.com/ships/marina.

Fue en noviembre pasado que se nos atravesó la oportunidad única de disfrutar una travesía que comenzó en Atenas, siguió a Sorrento, Roma, Florencia, Marsella y culminó en Barcelona, desde donde partimos con una extraña sensación de se acabó el cielo. Era mi primera vez en un crucero mediterráneo.

El caso es que me habían leído la cartilla en San Juan. "Es un crucero para foodies". Quiere decir que tan pronto arribé al vestíbulo del navío, luego de varias horas de ayuno, pasé por alto el fabuloso vestíbulo Lalique -lo examiné más tarde- , solté el equipaje y llegué hasta el Terrace Café. "Está en la cubierta 12", me dijeron.

¡Justo! Llegué a la tierra prometida. Es aquí donde comienza la experiencia gastronómica del Marina, con no menos de ocho puestos de comida: ensaladas, arroces, carnes, sopas, cremas, pastas...

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