Epifanía

Manolo Núñez Negrón

Da gusto, cómo negarlo, recuperar, aunque sea de paso, el espacio íntimo de la infancia, este cuarto que, a fuerza de mudanzas, de idas y venidas, ya no parece el mío. Y sin embargo, aquí estoy otra vez, de vuelta a la semilla, tratando de preservar, a mi manera, esta tradición de principios de año.

Entonces, de repente, comienzan a llegar por cuentagotas los sonidos de mi niñez, los ruidos que se fueron perdiendo en el camino y que rara vez regresan: el rumor de los bambúes en el patio, el silbido del viento moviendo los arbustos, el agua de la quebrada chocando contra las piedras, las sábanas que festejan colgadas de los tendederos, el bullicio de los primeros juguetes que salen corriendo a la calle. Es la casa materna, que está sonando. Por eso sigo...

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