Los errores del presente

PREMIO NOBEL DE LA PAZ

Uno de los retos más difíciles de este tiempo en que nos tocó vivir es cómo enfrentamos los problemas económicos internacionales, al tiempo que mantenemos vivas nuestras aspiraciones de desarrollo. Está demostrado que un mal año en inversión en educación, en salud, en infraestructura, en deporte o en investigación científica, significa décadas pérdidas para generaciones enteras. Los errores del presente se pagan muy caros en el futuro. Eso, sin embargo, es algo que con un rumbo claro y políticas públicas valientes, Costa Rica ha podido evitar. Otros países de la región, desafortunadamente, no pueden decir lo mismo.

Los países más ricos, como los europeos y Estados Unidos, se están debatiendo entre recortar el gasto público o aumentarlo, con el fin de poner en orden sus economías. A diferencia de hace tan sólo cinco años, en el mejor de los casos las economías de esos países se han desacelerado, y en el peor, han dejado de crecer; es decir, han entrado en recesión económica.

Podemos discutir eternamente sobre cuál es la teoría económica más conveniente para que esos países enrumben sus economías. Muchos libros se han escrito sobre esa materia. Sin embargo, para un socialdemócrata convencido, la decisión no es tan difícil: la economía debe estar del lado de quienes menos tienen, detrás de los que menos tienen y al frente de los que menos tienen.

Los que sugieren austeridad en estos momentos para reducir el déficit fiscal, cuando el precio de esa austeridad es el recorte repentino e indiscriminado de los servicios públicos, están equivocados. Quienes hacen un llamado a una mayor austeridad lo sugieren para aquellos países que han aumentado vertiginosamente su deuda pública, como es el caso de Grecia, Irlanda, España, Portugal, Italia y Japón, cuya deuda representa, en este último caso, hasta un 240 por ciento de su producto interno bruto (PIB). Ése, sin embargo, nunca ha sido el caso de Costa Rica, y mucho menos lo fue durante alguno de mis dos gobiernos.

Al inicio de mi segunda Administración (2006-2010) disminuimos la deuda pública en aproximadamente un 15 por ciento del producto interno bruto, y por eso, cuando llegó el momento de las vacas flacas con la crisis financiera internacional del 2008, pudimos gastar y endeudarnos de nuevo, con prudencia y responsabilidad.

Tomamos las medidas necesarias para enfrentar la crisis lanzando el "Plan Escudo", y gracias a esas medidas no quebró un solo banco, no quebraron...

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