Es animal, no lo humanices

Por Mónica Ferrer

Especial El Nuevo Día

Por ejemplo, durante una noche de truenos y relámpagos, en las que el perro se pone ansioso y nervioso, nuestro impulso de consolarlo es enorme y comenzamos a decirle que está todo bien, y lo acariciamos con la idea de calmar su temblor. Sin querer, le estamos enviando el mensaje de que hay razón para estar nervioso y al acariciarlo y darle toda la atención, recompensamos su comportamiento nervioso. El perro puede hacer la asociación de que cuando tiene miedo y reacciona temeroso, recibirá atención.

Tenemos que pensar menos como un humano y más como un perro. Estos animales nos dan consuelo y, con el tiempo, casi nos olvidamos de que son animales. Su trabajo es sencillamente ser nuestros compañeros.

En realidad, los perros son trabajadores, motores con propósito. Se esfuerzan para hacer, así es que piensan. Viven en el momento, se comunican con miradas, posturas, vocalizaciones y comportamientos y aprenden por los olores, sonidos e interacciones. Los perros son confiables, predecibles, dignos de confianza, y totalmente...

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