¿QUÉ ES BUENA LITERATURA?

por Ana Teresa Toro.ana.toro@gfrmedia.com

¿Qué es rico y qué no lo es? ¿Cuál paladar es apto para discernir? En fin, ¿qué es buena literatura?

La pregunta es lanzarse mar abierto sin salvavidas, pero dejándonos llevar un poco aparece alguna orilla.

"La buena literatura es literatura que dialoga con la tradición, siempre es en cierto punto sobre literatura. Es un gran debate. A mi me parece que la buena literatura es la que me va moviendo los horizontes que ya conozco", opina la crítica literaria y académica Melanie Pérez.

"Lo que le falta a los textos que no son buenos es que no hay lecturas detrás, no hay erudición. El escritor necesita lecturas, se escribe a partir de un corpus de lecturas hechas", añade Pérez quien opina además que los criterios estéticos caen en un segundo plano por entender que son asuntos vinculados a un tiempo histórico, a herencias culturales y a los registros desde los cuales leemos; en nuestro caso la tradición occidental.

Un tema como este arrastra sensibilidades. Por un lado está la idea de que los textos populares -y que son éxitos de ventas- son irremediablemente malos y por el otro está la constancia de que joyas de la literatura universal como el mismísimo "Don Quijote" fueron éxitos en su momento histórico. La fama hoy día la disfrutan por igual las obras de Paul Auster o la saga de "Crepúsculo"; y las críticas de ambos no podrían ser más dispares. Aún así, esto arrastra la idea de la alta cultura y su nube de exclusión a todo lo masivo. Entonces, se construyen absolutos como: si es masivo es malo y si nadie lo compra ni lo entiende (salvo cierta ala de la crítica) ha de ser una obra de arte. Bajo otros parámetros buena literatura sería aquella que escriben autores que buscan innovar en su arte, crear nuevas formas o perfeccionar las existentes.

Mala literatura sería aquella que se basa en fórmulas simples adaptadas al gusto de la masa que, a su vez, responde a las lógicas del mercado. Algo así como mucho 'frosting' y poco bizcocho. Un ejemplo, comúnmente utilizado por la crítica, es el caso de Isabel Allende. Una figura respetada en su primera etapa y despachada como literatura ligera desde que alcanzó la fama.

Esto salpica a los géneros. Aunque tienen sus clásicos consumados, hablar de novela romántica, de terror, policíaca, de literatura de autoayuda o de fantasía es invocarle el diablo al lector erudito. Hay excepciones, sí, pero existe el estigma porque un lector de "buena literatura" se decepcionaría...

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