Escoba, embrujo y maldades

Por Carmen Graciela Díaz

Especial El Nuevo Día

La imagen puede que nazca de los cuentos que nos leyeron o de la mezcla entre la imaginación y las representaciones que la cultura ha proyectado al colectivo. Tal vez algunos se acuerden de esta hechicera cuando el calendario marca la Noche de las Brujas, pero dicha figura está muy ligada al folclor de diversos países del globo.

Muchos aseguran haber visto brujas haciendo travesuras y dejando a dos o tres embrujados. Ciertos puertorriqueños no son excepción al contar de esos curiosos avistamientos, mientras otros comparten los cuentos populares de estas como recoge la labor investigativa del folclorista Teodoro Vidal en numerosos viajes a campos de la Isla desde el 1968 hasta años recientes.

El resultado se ha traducido a varios escritos como "Maldades de las brujas puertorriqueñas" o el libro "Tradiciones en la brujería puertorriqueña" que, a su juicio, registran la riqueza de la cultura popular local.

Aquí conversamos con los hallazgos de don Teodoro.

Las brujas de aquí son alucinantes y pintorescas. Los informantes de Vidal garantizan que, en sus vuelos, las brujas muestran un estilo algo desaliñado.

"Van desnudas del todo, con el pelo suelto y en sumo desorden y a horcajadas sobre una escoba como si montaran un caballo a galope. La escoba que les sirve de vehículo es de yagua de palma o de mata de escoba que son las más baratas y tienen el tronco torcido, ya que las brujas siempre prefieren lo torcido a lo recto", señala.

Hasta la forma en que echan vuelo estas criaturas es particular y las creencias varían según regiones o pueblos. Dice Vidal que, en el oeste del País, campesinos indicaron que la bruja no va desnuda, sino que lleva una enagua "bien tostá" (bastante almidonada) para "que el viento ayude a impulsar a la hechicera como a un bote de vela".

En el sureste creen que estas se mueven por el cielo usando dos pencas de palma debajo de cada brazo que las agitan como si fueran alas.

Al noreste, otros sostienen que vuela gracias a sus aplastados pechos empleados a modo de alas con los brazos extendidos y las piernas colgando. Sin escoba, contrario a la forma en que el imaginario tantas veces la percibe.

Es peculiar que la tradición popular dicta, según Vidal, que prefieren volar los martes y los viernes porque son los días en que "aumentan notablemente sus facultades maléficas". La hora de salida es, por supuesto, la medianoche. Dicen además unos campesinos que, cuando salen, se llevan...

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