Sin escrúpulos

Karisa Cruz Rosado

Ya habiendo pasado el tiempo, y tan recientemente como hace dos años, un taxista acelerado, con plomo en los pies, arrolló a mi perro justo frente de mi casa. El hombre, en lugar de pedir, aunque fuera, perdón, simplemente se limitó a decir que el perro no debía estar ahí. Se montó en el carro. Se fue. Y dejó tras de él una estela de llanto y dolor para una familia, para una gente que aprende a querer a los animales como si fueran hijos.

Estos dos incidentes, muy tristes, desconsoladores, los recordé recientemente cuando leí el status en Facebook de un amigo. Éste relató que al llegar a su casa encontró sin vida a su perro de 13 años. Cualquiera pensaría que, pues, el animal ya tenía su edad, es natural que a todos les llegue su hora.

Sin embargo, toda esta alusión al ciclo orgánico de la vida se cancela cuando se encontraron los rastros del crimen. Un plato ajeno con residuos de comida, un plato que no pertenecía a este entorno se convirtió en la pista principal en aquella violenta escena.

Al parecer otro vecino, inescrupuloso también...

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