¡Escrander listo!

Por Almudena González Castilla

Efe-Reportajes

Nagai ideó a Mazinger Z en un embotellamiento de tráfico: un poderoso robot tripulado que volara y lo sacara del tapón. De inmediato comenzó a trabajar en la idea: el tripulante tenía que conducir desde la cabeza del ingenio mecánico, cuyo aspecto exterior estaba inspirado en los vaqueros de las películas western; la cara enmascarada la sacó de las películas de criaturas mitológicas "tengu".

Así fue tomando forma este héroe de 18 metros de alto y 20 toneladas de peso, de aleación indestructible, cuyas armas más emblemáticas eran los "puños cohete" (que salían disparados al grito de "puños fuera"), los "rayos fotónicos" o los "rayos congelantes". El presupuesto real para su construcción hubiera alcanzado casi $ 725 millones, según estimado realizadas en 2008 por la Agencia de Ciencia y Tecnología japonesa.

Junto a él, nació su piloto, el joven Koji Kabuto, y, claro está, sus grandes enemigos: el Dr. Infierno y su acólito, el Baron Ashler, mitad hombre y mitad mujer. Como contrapunto al héroe adolescente, surgió Sakaya Yumi, una fémina lejos del rol dócil y complaciente reservado a las mujeres. ¡Koji y Sakaya se peleaban constantemente!

Sayaka pilotaba el robot Afrodita-A, en cuyos pechos se colocaron un par de misiles, uno de los grandes hitos de la serie.

El éxito de Mazinger Z a través de la televisión de finales de los años setenta y los ochenta se extendió como un reguero de pólvora por el mundo hispanohablante, donde hoy sigue vivo en la memoria de jóvenes adultos.

Sus seguidores en Latinoamérica son legión y mantienen vivo en internet al robot creado por Nagai en 1972.

El manga (o cómic japonés) se lanzó en Japón en abril de ese año y la emisión televisiva comenzó el 3 de diciembre en la cadena Fuji-TV.

Corría el año 1978 cuando la serie animada aterrizó en España y Puerto Rico, los primeros países de habla hispana que transmitieron la serie por televisión, una primera toma de contacto que la propulsó en la década de 1980 por Latinoamérica como un reguero de pólvora, dejando una huella imborrable.

Sin embargo...

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