Escribe para ser libre

Ana Rivera Rivera tuvo que salirse de la escuela en sexto grado para ayudar a sostener a su familia, que era extremadamente pobre y en la que había 13 hijos, pero a los 68 años descubrió en la escritura una forma de liberación.Hoy, a sus 72 años, Ana ha publicado tres libros, escribe el próximo, da charlas de motivación en las escuelas y no para de planificar proyectos.Su historia se remonta el barrio Cuchillas de Morovis, donde fue la segunda de una familia numerosa a la que difícilmente su padre y madre podían sostener con el sueldo de un obrero de la caña. Por eso, decidieron sacarla de la escuela a sus 11 años, para que ayudara en la economía del hogar, del cual los otros 12 hijos salieron con estudios profesionales."Fui la única que no estudió", revela Ana, quien en su adolescencia hizo trabajos de limpieza en otras casas -incluida la del artista Julito Rodríguez, a quien menciona en uno de sus libros-, y laboró en fábricas de costura.Conoció a un joven y a los seis meses se casó y se mudó, primero a Río Piedras y, luego, a Trujillo Alto. "Estaba loca por salir de Morovis pa’ descansar", dice entre risas. "Pero no lo logré", lamenta la mujer, quien describe su vida como una de mucho trabajo y complicaciones.Sin embargo, siempre ha tenido aspiraciones y ha luchado por conseguir sus metas. Tuvo cuatro hijos y luchó para que estudiaran y fueran profesionales, lo cual logró. Uno es psicólogo clínico, otra contadora, otro, maestro y otro, estilista (recientemente fallecido)."Siempre me propuse que, cuando mis hijos estuvieran preparados, yo me iba a dar tiempo", revela Ana. Por eso, cuando sus hijos fueron adultos, a sus 48 años, fue a la Administración de Rehabilitación Vocacional y tomó un curso de floristería y otro de cómo establecer un negocio.Esos estudios le permitieron trabajar desde su casa y, en fechas especiales como el Día de las Madres y San Valentín, hace arreglos y los vende bajo una carpa que pone en la calle.En realidad, nunca ha dejado de trabajar. Cuando sus hijos eran pequeños ella cosía carteras, trajes para muñecas por encargo para una fábrica, luego hacía adornos y lazos para el cabello y los vendía en el Paseo de Diego, en Río Piedras, donde después tuvo un negocio por 14 años."Tengo una vena de comerciante, siempre me ha gustado".AuténticaEn la escuela siempre le gustó escribir, el teatro y los deportes, y la primera de esas pasiones saltó nuevamente hace cuatro años cuando vio la página de un editor en Facebook.Le...

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