Escritor a la intemperie

Hubo un momento, el semestre pasado, que el escritor puertorriqueño Eduardo Lalo abrió los ojos y no sabía dónde se encontraba.

Estaba dictando un curso como profesor visitante en la Universidad de Austin, desde donde viajaba cada fin de semana a una ciudad o a un país diferente. Después de ganar el premio internacional de novela Rómulo Gallegos en el 2013, llegó una vorágine de invitaciones para participar de presentaciones, ofrecer charlas, dictar cursos, conferencias, escribir columnas y discursos, que lo atrapó. “Llega el momento en que despiertas, abres los ojos y realmente, es un cliché pero pasa, no sabes dónde estás”, dice.

Hasta que un día del año pasado no pudo más. Decidió suspender viajes, descansar, y así tratar de volver a “acercar la escritura a la vida”. Durante ese periodo en el que vivió “un poco sin casa”, Eduardo Lalo se dedicó a escribir a la intemperie. En la calle. Con un cuaderno pequeño y una pluma Parker 51 de los años cincuenta que usa desde hace varios años.

Fue así que nació “Intemperie”, libro de ensayo que acaba de salir al mercado en Puerto Rico bajo Ediciones Corregidor. Con motivo de este nuevo texto, El Nuevo Día entrevistó al escritor en la librería Mágica, en Río Piedras. Rodeado de libros, Lalo habló de su nueva entrega, del país y de la Universidad de Puerto Rico, proyecto con el que sigue comprometido.

Luego de la novela “Simone” y ese premio Rómulo Gallegos ha vuelto a los mismos lugares, a la poesía/imagen con “Necrópolis” (2014), y ahora al ensayo con Intemperie. ¿Por qué esa vuelta?

Después de ganar un premio como ese me entra toda la locura del mercado al que yo me cansé. A mí me llamaron, a días de haberse concedido el premio, los agentes literarios más grandes y a todos les dije que no. Tuve tres días de profunda angustia pensando que a lo mejor estaba haciendo la estupidez más grande, pero yo llevaba demasiado tiempo trabajando como yo entiendo que debo trabajar y yo no soy un escritor de mercado. Mi interés no es hacer la novela del año, el libro del año, y quise seguir haciendo lo que siempre he hecho que es trabajar en las cosas que a mí me interesan. Los dos libros que he publicado luego del premio son, en términos de mercado, absurdos. Un poemario, porque la poesía siempre ha estado en mi trabajo, y luego “Intemperie” que me tomó seis/siete años en hacer. Apenas tiene 117 páginas -originariamente era más del doble-, pero lo fui limando, sacándole lo más esencial, porque es sobre eso. Es un libro sobre lo esencial. La escritura en su dimensión más radical.

En “Intemperie” lo primero que se asoma es una cámara, un tipo de selfie a la inversa, ¿hacia dónde dirige la mirada con este libro?

“Intemperie” mira hacia la página. A ese rectángulo de papel que se va...

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