El escritor Y el mar

Por Carmen Graciela Díaz.Especial El Nuevo Día

La muchacha se le acerca y le pide un autógrafo. No puede evitar sorprenderse ante la paciencia que el escritor Manuel Rivas le da a un gesto que es mucho más que su firma. Con su pluma fuente, dibuja un mar, un ancla y una bella embarcación.

"¡Pero si también dibuja!", se sorprende ella al analizarle con detenimiento cada rizo de su pelo gris alborotado.

"No, estos son alicientes", le contesta él con ternura.

Abajo su firma y un mensaje: "Hacia lo desconocido". "A Coruña", la fecha y la estela de tinta que mancha las próximas páginas de su copia de El lápiz del carpintero completan el acto.

"Pasa que hay papel y hay papel, y a veces, el papel se resiste a la tinta", asevera quien se desdobla continuamente en sus facetas de poeta, novelista, ensayista y periodista.

Manchas así no importan, sino que dejan recuerdos de esos que merecen revisarse. Eso pasó durante el pasado Festival de la Palabra y la imagen sigue fresca porque, al fin y al cabo, refleja la esencia de este autor y su relación con las palabras y las imágenes en cualquiera de los géneros que practique.

"Siempre estás trabajando a modo de círculos concéntricos y en el centro, para mí, siempre está la poesía, la palabra poética que para mí son las palabras en vilo, las palabras que contienen la luz y la sombra, que contienen una cosa y su contrario", articula con su voz bajita, ronca, sobre la escritura que enfrenta como un campo de expansión donde conviven el relato, la obra dramática y la novela.

Su nombre ha resonado en otras instancias desde aquel escenario, donde participó de la noche lírica, de conversaciones y dio la charla magistral Las voces bajas y la insurgencia poética de la vida. Presidió el jurado del XVI Premio Alfaguara que ganó José Ovejero por su novela La invención del amor y, además, su más reciente obra, Las voces bajas, que marca su incursión al territorio autobiográfico, era tema desde aquellos días que pasó en Puerto Rico.

"La vida tenía voluntad de cuento", escribe en esta novela y esa frase resume bien su más reciente experimentación creativa.

Cuando dialoga de este escrito, se refiere a él como la novela de la vida porque más que memorias, se dedicó a recolectar murmullos. "Es una novela de, sobre todo, la infancia. Es un poco esa emanación de la imaginación de la vida", comparte el autor sobre esas voces bajas que, como expone, pueden ser de niños, de la gente que habla sola, de los que no tienen voz.

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