Espíritu de competidores

Por Joel Ortiz Rivera

joel.ortiz@elnuevodia.com

Y a los 56 Rodríguez fue a otra: los Juegos Masters de Sidney, Australia 2009, donde el equipo de baloncesto de Puerto Rico que integró ganó oro en la categoría de 50 años o más.

En agosto, con 60 años, podría ir a otra Olimpiada Masters en Turín, Italia.

Igual sucede con Marie Lande Mathieu, quien representó a Puerto Rico en las Olimpiadas de Los Ángeles en 1984 participando en los eventos de 400 metros lisos y 4X400.

Actualmente, a sus 56 años, entrena a diario para participar del Campeonato Mundial de Atletismo Master, que se efectuará en octubre en Puerto Alegre, Brasil.

Aun cuando las capacidades del cuerpo disminuyen con el paso del tiempo y no es viable mantener el nivel competitivo de antaño, el deporte es la opción para miles de puertorriqueños que fueron atletas de alto nivel y para otros que no alcanzaron tanto nivel, pero que igual son deportistas.

Y en los casos de Rodríguez y de Mathieu, aunque con enfoques diferentes, ambos siguen compitiendo y dándole gloria a Puerto Rico. "Es que en nuestro país la gente piensa que después de que cumplí mis años de laborar se acaba el mundo, y eso no debe ser así", manifestó Rodríguez, quien en 1991 puso fin a una gloriosa carrera en el baloncesto puertorriqueño con los Vaqueros de Bayamón, cuyo hogar lleva su nombre.

Rodríguez explicó que su interés de mantenerse activo en el baloncesto es uno puramente para mantener la salud y pasarla bien a través del deporte en el que tanto brilló a nivel nacional e internacional.

Contó que unos 10 años después de su retiro del Baloncesto Superior, ante la falta de ejercicio, aumentó de peso, por lo que se decidió por la alternativa del baloncesto Masters "para mantener ese corazón bombeando".

Rodríguez, conocido en sus tiempos en el BSN por ser un rebotero y tirador a larga distancia, contó que en uno de sus primeros juegos la mentalidad competitiva aún estaba, por lo que atrapó un rebote y salió dribleando en 'fast break' hacia el otro lado de la cancha.

A mitad de camino se dio cuenta de que el cuerpo ya no respondía como antes y al caer al suelo un poco después, entendió que no podía jugar al mismo nivel.

"Quizá cuando vamos al exterior es algo competitivo, pero aquí es algo para sudar un rato, para botar el estrés. Jugamos un rato y cuando nos cansamos, nos sentamos a hablar de los temas diarios, sea del IVU, de religión, de política, nos reímos y la pasamos bien. Es una terapia mental", indicó...

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