Espejismo

Sofía Irene Cardona

Pero volvamos al pálido dibujo. Mírenlo bien. Una fila de frondosas palmeras adorna la ruta de la Norzagaray. Cuesta reconocer al Viejo San Juan en las nítidas imágenes. Recordemos que en estos diagramas promocionales no hay compromiso con las proporciones reales. Observemos las fotos repletas de felices turistas. Leamos la gozosa descripción del brochure. Aspiremos el antiséptico hálito de Disneylandia. Qué bien se estará allí.

Una enorme escultura, comisionada a saber a quién y por cuánto, preside la nueva playa, modesto trasunto de Miami o Bahía. El mar permanece calmo gracias a varios arrecifes puestos ahí (imaginamos) por un fantástico cuerpo de ingenieros que le robará terreno al mar y mantendrá a raya los tiburones. Por fin los muertos del cementerio estarán a salvo del cruel azote de los huracanes. El barrio actual se imagina fantasmal en bloques sin ventanas, algo así como un etcétera visual: casa, casa, casa. Eso no lo tocarán, aseguran (¡son muchos votos!), y la barriada...

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