De espejismos y traiciones

PEDRO REINA PÉREZ

HISTORIADOR

Por más que se denuncie, el fraude en la primaria del Partido Nuevo Progresista en Guaynabo es un tema que tanto rojos como azules quisieran acallar. Su ejecución puso al desnudo el capricho de Héctor O'Neill, un alcalde hasta entonces respetado, para eliminar a un contrincante llamado Ángel Pérez, que amenazaba la hipotética sucesión planificada por el alcalde a favor de su hijo, en el mismo espíritu monárquico y narcisista de los municipios de Bayamón, Carolina y Caguas. Para ejecutarlo se reclutó a la mismísima Policía Municipal de Guaynabo, encabezada por su alto liderato, la misma que está llamada a promover la seguridad y el respeto a las leyes.

Pues bien, ahora sabemos que ni una cosa ni la otra. Enfrentados con la evidencia de esta conspiración los guardias y sus oficiales miran a las cámaras con un guiño, y cruzan los dedos como los soldados de los Ñeta. Con su actitud validan aquel proverbio popular que reza "odia al chota, pero compadece al delincuente".

Ambos partidos de mayoría tienen sobradas razones para querer que el trago amargo pase pronto. La actual Ley Electoral los faculta para diligenciar sus primarias correspondientes sin la supervisión de terceros, lo que las hace susceptibles a componendas y trampas. De esta forma se construyen alianzas y se fundan dinastías. Conocer y controlar los detalles de la Ley Electoral es un oficio que se remunera escandalosamente bien con tal de que se emplee para adelantar los intereses de particulares (el que lo dude, que le pregunte a Edwin Mundo). Para estas dos colectividades las elecciones son un mecanismo para asegurarse el poder y desde allí enriquecer sus bolsillos y los de sus patrocinadores bajo el amparo de una...

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