Estremecedor panorama

RINCÓN.- Diez vehículos municipales detenidos. Gasolina que tarda días en llegar a los puestos de venta. Estantes de supermercados cada vez con menos alimentos. Ayudas que solo suplen al 5% de la población. Necesidad de agua para beber.

El panorama es estremecedor y, aunque en este caso refleja las necesidades apremiantes que padece el pueblo de Rincón, según su alcalde, Carlos López, la realidad es que es una escena que se repite prácticamente en cada pueblo del país. “La necesidad básica es agua embotellada, que es lo que la población está pidiendo… no es tan solo la comida”, sostuvo el ejecutivo municipal.

“Lo que nos dieron fue suficiente solo para suplir un 5% de la población. El resto no recibió nada”, señaló el alcalde al agregar que ese porcentaje se traduce en apenas 1,000 familias.

Los suministros otorgados a Rincón consistieron en medio vagón con agua y medio vagón de alimentos. “Nosotros necesitamos encarecidamente que nos ayuden. La gente está llegando a la desesperación, y nosotros no queremos eso”, enfatizó López.

El pueblo costero, reconocido por sus bellos atardeceres, sufrió los daños más severos en las comunidades cercanas a la costa y en aquellas que quedan en dos de los puntos más altos de la zona, los barrios Jagüey y Atalaya, donde están la mayoría de las antenas de las emisoras radiales y de televisión, algunas de las cuales quedaron con sus hierros retorcidos.

Según un censo preliminar del Municipio, 719 residencias resultaron afectadas por los vientos y la lluvia que dejó a su paso María. De estas, unas 300 quedaron inhabitables.

El dolor en los rostros de los rincoeños, especialmente en las personas de mayor edad que viven atadas a esa casita de madera que levantaron en el barrio en el que crecieron, criaron a sus hijos y cuidaron los nietos. Ese es el caso de Ida Delma Rodríguez, de 85 años. “Toda la vida me ha gustado esta casita de madera… yo me puse mal cuando la vi”, relató la mujer de barrio Jagüey.

“Tenía mis hamaquitas ahí y mi televisor”, agregó Rodríguez acompañada de su hija que, aunque tiene una casa de cemento frente a la residencia de su madre, esta prefiere su casita de madera.

“Yo vivía al lado de los suegros y no tengo nada, porque yo me dediqué a cuidar enfermos, y como ellos lo que cogían era un Seguro Social para los gastos de ellos, pues nunca tuve nada. Cuidé 10 en cama”, contó la mayor de diez hermanos acompañada de su hija.

Durante el paso de Hugo, Rodríguez perdió la residencia con vista...

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