Europa en el limbo

CARLOS FUENTES

ESCRITOR

Qué distante es esta Italia de la que por primera vez visité en 1950. Tenía yo veintidós años, la Segunda Guerra Mundial había concluido apenas cinco años antes y Benito Mussolini, dictador (Il Duce) desde 1922, había terminado ejecutado por partisanos rebeldes y colgado de los pies en la Plaza Loreto de Milán, junto con su amante, Claretta Petacci, a la que una mujer piadosa le amarró la falda a los muslos. Los niños descalzos corrían pidiendo limosna. Los mendigos ocupaban esquinas clave de las ciudades, las terminales del tren, las salidas de los restoranes. La gente iba a los museos porque allí había calefacción; en los hoteles, no. Nadie viajaba en las primeras o segundas clases de los trenes. La tercera clase iba llena de viajeros con maletas amarradas con cuerdas y ellos vestidos, no como obreros, sino como lo que realmente eran: clase media empobrecida. Los obreros, en cambio, engrosaban las filas del Partido Comunista de Italia y cantaban "quien no trabaja, no comerá. Viva el comunismo y la libertad". La burguesía liberal en cambio, se acogía a la protección norteamericana. El papa Pío XII (Pacelli) lavaba las sospechas de su colaboracionismo con los nazis, mediante las glorias del "Año Santo" (1950) y el anticomunismo. En las ciudades de Italia convivían alcaldes comunistas y empresarios capitalistas, muchos de estos estrellas del desarrollo económico de entonces.

Los comunistas fueron perdiendo fuerza. El último gran intento de renovación lo encabezó Enrico Berlinguer y lo enterraron los jóvenes anarquistas asesinos del primer ministro Aldo Moro. Desde entonces, una burguesía rica y poderosa, una clase trabajadora envejecida o desplazada por nuevos tipos de ocupación no-sindical, una juventud inquieta y cuestionante, han convivido con gobiernos de centro-izquierda y centro-derecha de escasa relevancia ideológica. Es como si la política italiana fuese un rito pasajero de la realidad económica profunda del país.

¿En quién se han reconocido los italianos? Lo mejor de la izquierda no ha podido crear alianzas políticas duraderas, por más que estas se fundan y "re-fundan" en distintos nombres. La derecha, en cambio, ha encontrado un silvestre personaje, bufo y calculador, protegido por las leyes del poder de las demandas judiciales que lo aguardan al dejarlo, algún día. ¿Se acerca ese día, el último de Silvio Berlusconi? El crujido interno del gobierno lo ha manifestado el ministro de Economía, Giulio Tremonti...

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