Excelente fin de temporada de la Orquesta Sinfónica

Por Luis Hernández Mergal

Especial El Nuevo Día

Una especie de respuesta americana al "primitivismo" sinfónico inaugurado por Stravinsky hace exactamente un siglo con el notorio ballet La consagración de la primavera, la obra de Revueltas es igualmente un tour de force orquestal que la OSPR, bajo la batuta de su director titular Maximiano Valdés, interpretó con vibrante energía. Los complejos ritmos irregulares y difíciles síncopas de la partitura, que evocan un imaginario ritual de la africanía cubana, fueron manejados con seguridad y precisión por el maestro Valdés. Muy efectivo resultó el balance de los metales y maderas con los bloques sonoros de las cuerdas.

El estreno en Puerto Rico de la Sinfonía núm. 4 de Roberto Sierra presentó una obra de grandes proporciones, sobre todo en su hábil orquestación, que parecía querer emular las grandilocuentes sonoridades del postromanticismo centroeuropeo, con sus largas melodías y altisonantes clímax. La interpretación de Valdés y la OSPR enfatizó el enorme contraste entre las secciones de ritmos marcados y unos mágicos episodios "atmosféricos" en que sobresalían el arpa, la celesta y la variopinta percusión en el segundo movimiento. El "bolero" de los pizzicati en los violines del tercer movimiento, acompañando las melodías del corno inglés, el oboe y el clarinete, se convirtió mediante súbitos cambios de dinámicas en una apasionado baile rápido. Los ritmos caribeños en el último movimiento parecían poner en riesgo la coherencia de la obra, pero Sierra ha sabido conducir la pieza a una exitosa síntesis final, que Valdés dirigió con excelente sentido de la proporción.

Otro estreno en Puerto Rico abrió la segunda parte del programa. El Gran...

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