Excursión

Manolo Núñez Negrón

Esa certeza te inspira cierta confianza y aceleras el motor, convencido de que dentro de poco contemplarás, primero, la cárcel federal de Guaynabo, y unos minutos más tarde la Torre de Plaza las Américas: los coches flotando en el amplio estacionamiento como hileras de balsas abandonadas en un pantano de asfalto.

Entonces, al llegar al peaje de Bajadero, un desvío inesperado te obliga a tomar la salida de la número dos. Tratas, sin suerte, de evadir el embudo, de retroceder, pero está escrito que has de volver a cruzar estos parajes de antaño contra tu voluntad y que, al mirar la luz que engendran las flores de los flamboyanes, percibirás un paisaje hecho de ruinas, el sol dorando los escombros.

Así, entre semáforos, buscas aquella panadería de la infancia, aquel puesto de frituras a la vera del camino, aquellos verduleros, y sólo encuentras locales abandonados, pueblos fantasmas, hoyos en mitad de las vías de rodaje. Y ahí es, precisamente, que...

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