Exquisito 'tour de force' mozartiano

Por Luis Hernández Mergal

Especial El Nuevo Día

Para esta época, Mozart cuenta a su haber un primer concierto para violín y orquesta (K. 207) que revela claramente su dependencia en el antiguo modelo italiano. Ahora el compositor se dará a la tarea de escribir cuatro conciertos más para el mismo instrumento. Lo más sorprendente no es que los haya escrito en un período de solo nueve meses, sino la increíble rapidez con que Mozart absorbe sus modelos y los transforma en un lenguaje propio.

Si el segundo (K.211) está imbuido de la galantería del rococó francés, ya en los próximos tres (K.216, 218, 219), Mozart crea obras maestras que sobrepasan por mucho a sus modelos italianos, franceses y alemanes.

Raras veces se da la oportunidad de experimentar en una sola velada el arte mozartiano del violín en todo su esplendor. El pasado sábado, en la Sala Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce, la violinista norteamericana Rachel Barton Pine, junto a la New York Chamber Soloists Orchestra, acometió este tour de force con el éxito que solo una concertista de su alto calibre es capaz de lograr.

El sonido obtenido por una orquesta de cámara representa un toque auténtico, más cercano a la realidad sonora del siglo XVIII que la orquesta moderna. En general, la New York Chamber Soloists Orchestra, que no utiliza director, le respondió bastante bien a Barton...

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