Felicidad

Ruth Merino

La razón principal que tengo para sentirme así es que por largo tiempo he creído que nuestra felicidad no le importaba a nadie. ¡Cuán equivocada estaba! Ahora sé que en 1974 un economista llamado Richard Easterlin, de una universidad californiana, estudió este tema. La conclusión a que llegó, llamada la Paradoja de Easterlin, es que la gente no es más feliz por el hecho de aumentar sus ingresos.

Ésta es una especulación mía, pero sospecho que ello tuvo como consecuencia que nos aumentaran los impuestos. Si nosotros, los contribuyentes, no éramos más felices con más dinero en el bolsillo, los gobernantes pensaron, con mucha lógica, que podían devolvernos nuestra alegría y satisfacción quitándonos un poco más.

Eso es lo que pudo haber ocurrido, pero el panorama está cambiando a favor nuestro. Muchos economistas están empezando a pensar que la dichosa Paradoja de Easterlin no se sostiene del todo. Ahora, según los datos recopilados, a medida que la gente se vuelve pudiente, se siente más...

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