¡Felizmente!

ÁNGEL DARÍO CARRERO

ESCRITOR Y CUSTODIO DE LOS FRANCISCANOS DEL CARIBE

Ahora soy yo quien cumple 25 años desde que hice mi primera profesión como fraile franciscano. Definitivamente, hay fechas emblemáticas que nos obligan a sentir con intensidad el paso tiempo. Confieso que no me acostumbro todavía a la idea de que se hayan acumulado tantos años en el horizonte de mi vocación. Para mí este tipo de celebraciones pertenecía a la gente mayor. Por supuesto, no he podido evitar hacerme la misma pregunta: ¿25 años felizmente consagrado?

Todavía hoy pienso que en el adverbio está el meollo de la cuestión. El acento recae sobre la felicidad y no en la duración. Yo no elegí un camino de sacrificio -como se suele decir con cierto grado de verdad- sino un camino de felicidad.

Me resisto a la idea de que uno puede escoger un camino simplemente porque es sacrificado, si antes no es entendido como una oferta de felicidad. No creo y nunca creeré en un Dios de sacrificios, sino de misericordia y de amor inclusivo. Porque sólo el amor es digno de fe y de entrega. Ahora bien, que la felicidad implique una cota de sacrificio, no hace falta demostrarlo.

Es normal que una familia se resista a decisiones tan tempranas y radicales. Todo padre tiene expectativas respecto a sus hijos e hijas. Extraño sería no tenerlas. Pero el amor auténtico cuestiona, pero deja libre. Es la sociedad la que se encarga de promover por todos lados una imagen errada de la felicidad íntimamente relacionada con el poder, el prestigio y el dinero, mucho dinero. Curiosamente, estudios sociológicos recientes demuestran que es una falacia asociar riqueza a felicidad.

Robert Kennedy ya lo había advertido en una crítica mordaz hecha durante su campaña: "El PIB lo mide todo, excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida". Claro, lo asesinaron.

Así pues, sobreponerse a la expectativa familiar, oponerse al dogma social, para ponerse en camino, no es asunto sencillo, pero tampoco imposible. Se requiere, por lo menos de una autoestima saludable, pero también de juventud y pasión. Y, claro está, vocación. Escuchar que Alguien te llama por tu nombre exacto. Es decir, que convoca a todo tu ser para un proyecto de...

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