Fin de la inocencia

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Al igual que el maestro de la nueva ola francesa, Ávila toma eventos de la vida real para colocar al público en los zapatos de un protagonista de 11 años que presencia en la década de 1970 cómo sus padres se convierten en enemigos políticos de la dictadora que se instala en Argentina tras la muerte de Perón.

El recurso más impresionante es cómo su director logra contrastar las dos realidades opuestas que vive su protagonista. Las mariposas como la primera indicación de un primer amor, seguido por la muerte violenta de un familiar a manos de las autoridades; una reunión familiar con unos padres que no veía hacía meses, seguido por una escena en la que descubre donde tiene su padre escondida su pistola en caso de una emergencia.

Esas son muchas de las cosas que le suceden a Juan, que a penas a los seis años tiene que presenciar el ataque violento que hace que sus padres se exilien en Cuba por cinco años. El manejo de la dirección en esta primera secuencia del filme es crucial.

Para evitar abrumar y explotar al espectador con un tema oscuro que presenta a un niño en una situación peligrosa, el director utiliza unas secuencias de animación que muestran cómo procesa emocionalmente lo que esta sucediendo. Aunque parezca algo pequeño o quizás una decisión artística extravagante, el temple del director rápidamente nos deja saber que estamos en buenas manos y que el sufrimiento de nuestro protagonista será expuesto, pero no explotado para beneficio de catarsis emocionales...

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