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Como en varias ocasiones relativamente recientes, el comité de la Academia Sueca que otorgó el Premio Nobel de Literatura a Kazuo Ishiguro cruzó líneas culturales. Joseph Brodsky, Gao Xingjian, V. S. Naipaul, Herta Müeller –quienes también lo han recibido- son escritores trasplantados geográfica o lingüísticamente a realidades que no son las suyas de origen. Tales dislocaciones suelen permitir miradas duales que revelan complejidades insospechadas en una realidad dada.

Ishiguro nació en Japón en 1954 (en Nagasaki, devastada solo nueve años antes por la segunda bomba atómica lanzada por los Estados Unidos). Su familia se estableció en Inglaterra cuando él tenía cinco años: allí hizo sus estudios, y se formó literariamente (de pequeño fue gran lector de las hazañas detectivescas de Sherlock Holmes). Allí ha desarrollado, escribiendo en inglés, su trayectoria como novelista.

No siempre tuvo la Academia Sueca tal interés en escritores que son, de cierta manera, “excéntricos”. Durante muchos años, desde el primer premiado (el francés Sully Prudhomme, en 1901), favoreció a quienes se encontraban sólidamente inscritos en una tradición cultural, literaria y lingüística: el noruego Bjornstjerne Bjornson, el alemán Theodor Mommsen, el italiano Frederic Mistral, el británico Rudyard Kipling, los españoles José Echegaray y Jacinto Benavente. (Posiblemente consideraran también a las mujeres como seres “exóticos” dentro del género humano: no fue hasta 1909, con la sueca Selma Lagerlof, que se le otorgó a una mujer un Premio Nobel de Literatura. En el transcurso de los 114 premios otorgados hasta la fecha, además, solo 14 mujeres lo han recibido, entre ellas Gabriela Mistral, la única hispanoparlante).

Eso ha cambiado en años recientes. Han proliferado los “cruces” no solo geográficos y lingüísticos sino también de géneros artísticos, como sucedió el año pasado con la concesión del premio a Bob Dylan, un cantautor, lo cual suscitó grandes polémicas.

Kazuo Ishiguro no generará controversias. Un valor establecido de las letras británicas, ha recibido varios premios prestigiosos como el Booker Prize y ha alcanzado grandes éxitos comerciales y de la crítica. Dos novelas suyas, “The Remains of the Day” y “Never Let Me Go” se han llevado al cine, con lo cual ha sido aún más ampliamente reconocido.

Su reputación literaria descansa sobre siete novelas: “A Pale View of the Hills” (1982); “An Artist of the Floating World” (1986); “The Remains of the Day” (1989)...

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