El flechazo

Por Samadhi Yaisha

especial El Nuevo Día

¡Apunta hacia el centro, como la flecha!

Creía que aprendería a disparar con arco y flecha y ya, pero me topé con una maestra de 82 años que mostraba ejercicios para respirar con el hara, el centro de energía justo debajo del ombligo, conocido como el centro de gravedad del cuerpo humano, de energía vital, de balance, y asiento de la iluminación.

Resultó que no era una clase sólo de tiro al blanco, sino de meditación. Cada movimiento debía practicarse con precisión: saludar al objetivo, asumir la postura exacta comenzando por los pies, cargar el arco y la flecha a la altura de la cintura con los codos apuntando hacia afuera, apoyar el arco en la rodilla izquierda, preparar la saeta, observar el conjunto ya listo, girar la muñeca derecha para aguantar el cabo posterior de la flecha, levantar ambos brazos para estirar el cordón del arco, abrir el pecho, abrir el arco, más y más y más... hasta soltar la flecha pronunciando un profundo "¡Ja!" desde la barriga.

Era un acto de liberación y de cerrar el tramo entre dos extremos: el arquero y el objetivo, siendo el arquero el ser humano, y el objetivo, su propósito de Vida y la búsqueda del Ser.

No sentía que estuviese aprendiendo algo nuevo, sino recordando algo que sabía y que había estado guardado en alguna parte de mí.

Esta arquera octogenaria era alemana, vivió su niñez durante la era de Hitler y la Segunda Guerra Mundial, y trabajó desde muy joven hasta su retiro a los 53 años, cuando conoció, en 1981, las técnicas de meditación de Osho y la arquería zen. Lo que narraba de lo duro que habían sido sus primeros 53 años de vida parecía no tener conexión con la mujer de 82 años, de carácter liviano y sonriente que veía frente a mí.

"Cuando respiras con el hara y te conectas con el hara, algo pasa. Ya no vives en tu mente, estás en ese centro (señalaba su barriga). Estás en el momento presente, ya no vives en el pasado. Todavía están ahí la batalla de Normandía y las bombas, pero no interfieren con mi Ser. La vida que tengo no tiene que ver con mi pasado ni mis condicionamientos", explicaba. Aprendió a dejar ir el pasado, igual que dejaba ir las flechas hacia el objetivo.

La arquería zen también trataba de repetir la ceremonia sin perder la concentración, dándole atención a los detalles sin detenerse en ellos excesivamente. Era una danza fluida, un ejercicio de conciencia y también un arte marcial. En el proceso, conocí otros dos maestros arqueros, un...

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