Francisco

CARMEN DOLORES HERNÁNDEZ

ESCRITORA

Resulta, sin embargo, que a los jesuitas les está prohibido acceder a ser papas (hacen un cuarto voto de obediencia al pontífice, de lo cual se sigue que no pueden serlo ellos mismos), de manera que, en sentido estricto, Jorge Mario Bergoglio ya no es jesuita. El entrenamiento y el estudio, sin embargo, nunca se pierden.

Sea como fuere, el caso es que parece haber nueva esperanza para una Iglesia Católica en necesidad de una reforma profunda y comprensiva. Las enseñanzas y la vida del fundador fueron verdaderamente revolucionarias; practicó y vivió la pobreza, la abnegación, la sencillez, la solidaridad más profunda entre los seres humanos. Requirió incluso de sus seguidores un amor capaz de ofrecer la vida propia por el prójimo.

¿Cómo es entonces que hemos llegado a ser una iglesia poderosa, materialmente rica, legalista, intolerante y pagada de poseer el monopolio sobre la verdad? Toda generalización es engañosa, desde luego, y en la Iglesia Católica hay miles -millones- de personas que siguen las huellas de un Jesús pobre y humilde en su dedicación a los necesitados, en su desprendimiento, en su caridad exquisita, conformando un ejército silencioso de bienhechores que intenta transformar el mundo para que se asemeje más al reino prometido.

Pero existe un consenso bastante difundido de que la imagen institucional de la Iglesia parece distanciarse de la de un pueblo que aspira a ser el de Dios. Porque no es otra la condición del cristiano: caminar por los espacios y tiempos de esta vida como un pueblo unido por la fe y confiado en la promesa de una trascendencia futura. Caminar juntos, en caridad y pobreza, tras un pastor solícito que nos ayude a mantener la visión de que cada prójimo es otro Cristo y de que lo material no es un fin sino un medio. Ésa...

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