Fuera de control
Por Jorge L. Pérez
jorge.perez@elnuevodia.com
"Una vez le dije: 'Estás bebiendo demasiado, te estás matando a ti mismo. Mírate, estás en pésimas condiciones físicas, estás arruinando tu salud. Será mejor que dejes de beber'. Como siempre, Jim me decía: 'Lo sé, estoy tratando'".
Pero, razonó Manzarek, "él nunca dijo ayúdenme, ayúdenme'. Un alcohólico solo puede parar cuando está preparado para parar, o cuando a tocado fondo, y nada de eso le ocurrió jamás a Jim Morrison".
¿Por qué bebía? A través de los años, se ha hablado de su rebeldía innata contra la autoridad: en sus primeras entrevistas, Morrison siempre decía que su padre -un almirante de la Marina- había muerto, aunque no era cierto, y su padre luego admitiría que haber desalentado sus inclinaciones musicales provocó una ruptura definitiva con su hijo.
Y también se habla de sus pretensiones artísticas: estudió cine en UCLA y desde adolescente se inclinó literariamente por Rimbaud, William Blake y toda la aureola de los llamados 'poetas malditos' o visionarios, muchos de ellos entregados al desenfreno y la autodestrucción.
"Creo, y sé que no muchos lo ven así, que, al fin y al cabo, para mí Jim Morrison es, entre este corillo de artistas que se murieron jóvenes, la figura más optimista de todas", comentó recientemente sobre él el joven poeta, periodista y músico boricua Hermes Ayala. "Otros rabiaban sobre la destrucción del mundo; él te lo susurraba, pero, en última instancia, solo quería que le prendieran su fuego o que lograras pasar junto a él al otro lado... Claro, no vacilaba a la hora de decirte que el fin está cerca y esas cosas, pero era sin mucha molestia, con menos rabia y más tacto que la mayoría".
Por la razón que fuera, sin embargo, uno de los puntos más bajos en la carrera del carismático cantante y compositor de The Doors, que paradójicamente idolatraba las dulces tonalidades de Frank Sinatra, ocurrió el primero de marzo de 1969 -el pasado viernes se cumplieron 44 años de ello-.
Esa noche, la banda tocó en el Dinner Key Auditorium de Coconut Grove de Miami frente a poco más de 10,000 espectadores. Ya para entonces Morrison, barbudo y algo panzón por los excesos a que había sometido su vida en el último par de años, a veces ni siquiera podía recordar las letras de sus propias canciones, y a menudo recurría a payaserías para estremecer o complacer al público.
En determinado momento, Morrison, quien poco antes había quedado impresionado por la presentación de un grupo de...
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