Ganas

Ileán Pérez Cruz

Afuera de la puerta se puede caer la ciudad, pero mi gato y yo, serenos. La profesora de un curso que tomo nos exige trabajar en grupo, así que sucumbo sin opción a los horarios ajenos para completar tareas.

La planilla me susurra en el oído izquierdo como el diablito que es, que para el dos de abril no queda nada. En el trabajo, todos los días practicando el difícil, batallas estratégicas en las relaciones públicas y como ratita de laboratorio me incorporo al "rat race".

Al final del día me seduce mi cuevita con tal poder que me armo de valor para emprender el viaje de regreso. La siesta en el tren es obligatoria; me añoña con su zum zum y meneo para un 'knock-out' instantáneo. Que Dios y la Virgen me acompañen.

La familia lejos. Los abrazos escasean, los besos de mi madre, la seguridad de mi padre. El sobrino que crece. La abuela que envejece.

Y en Puerto Rico, haciendo de tripas corazones, echándole ganas al sol para que caliente y a la lluvia para que no deje de caer. Fue Semana Santa y...

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