Con ganas de ofrecer más

Por Lilliam Irizarry

Especial para El Nuevo Día

Para ella, sin embargo, no había vuelta atrás. Lo presintió desde el primer día que pisó aquella "casa olvidada" donde sobrevivía una pareja no vidente y su hijo.

"No tenían nada, nada de nada, pero eran felices con una melodía, con una cancioncita, con un pequeño plato del que comían los tres", dice al recordar la primera experiencia de trabajo voluntario que le marcó mucho más que el corazón.

Hasta esa casa llegó en el 2008 como parte de un proyecto piloto que estuvo a punto de fracasar, por la falta de interés de los estudiantes de la Christian Nazareth Academy donde estudiaba. Solo ella y otro compañero de clase se unieron a alumnos de otras escuelas públicas y privadas de Toa Baja para iniciarse en la aventura de servir al prójimo.

El proyecto consistía en formar un equipo de trabajo y ayudar a una familia en necesidad. Cada sábado y por un semestre entero, los jóvenes botaron, arreglaron, pidieron, pintaron y limpiaron hasta transformar aquella casa desvencijada en un hogar digno, seguro y habitable.

"Esa experiencia me sensibilizó mucho. Yo había vivido toda la vida sobreprotegida y ahí empecé a descubrir cuánta pobreza y necesidad hay en Puerto Rico. Aprendí a valorar más las cosas que tengo", expresa la joven de 20 años que recién inicia su tercer año en la Universidad del Sagrado Corazón.

A ese primer trabajo voluntario le han seguido muchos más. Fue buscando dónde más dar la mano que se topó con el Club Me Importas Tú, del Centro de Voluntarios de Fondos Unidos.

El Club...

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